Microcuento para Proyecto martes de Ana María Loreto.
Inspirado en un dibujo de Karlos Viuda
La muerte estaba harta de que la vistieran de capa y guadañita. De ese modo ya la conocían todos y escapaban a las primeras de cambio. Decidió cambiar de aspecto. Se vistió elegante y se hizo pasar por top model. Fue aceptada en las grandes pasarelas por su aspecto esquelético y su cara huesuda,
- Una belleza contundente- decían los diseñadores.
Imitando su ejemplo de perfección, muchas personas se morían, o de hambre, o de envidia, pues hasta lo atroz puede envidiarse.
Pero pronto Doña muerte se aburría de sus nuevas maneras. Necesitaba innovar. Se maquillo de payaso. La boca pintada blanca bajo la mirada hueca de sus cuencas, un gorrito de lana y una nariz roja. A pesar de su sonrisa forzada y aunque daba espanto, algo ridículo en su manera de andar y dar columbretas causaba sensación. La aplaudían y reían... hasta que se quitaba la nariz y hacía:
- ¡Buuuuuu!
De pavor, la gente moría como pollos en un asadero. Después se vistió de político... y recorto... y recortó. Y de banquero y desahució... y desahució. Como disfrutaba con su carnaval macabro. Hasta que al pasar por un colegio una niña la señaló con el dedo.
- Te vistas como te vistas, te conozco bacalao. Eres la muerte petarda. - Sonrió la pequeña.
- Un respeto mocosa.
La chiquitina llamo a todos los niños y les invitó a bailar a corro alrededor de ella y a cantarte con alegría.
- Mira que eres gruñona. Vamos a cantarte el corro chirimbolo para que no molestes y para que seas tu misma sin disfraces.
La parca, al verse rodeada, cayó de rodillas y se puso a llorar. Se había quedado desnuda. Los niños cantaban y bailaban a su alrededor. Ellos sabían que la vida vale tanto como la muerte, por eso no hay que temerla.
A todos vendrá a buscarnos cuando nos toque, pero para que no nos engañe antes de tiempo con un disfraz... cantemos, bailemos y seamos nosotros mismos. El tiempo que se tiene, no se debe perder con mascaras, falsas distracciones o falsedades. Sólo un segundo verdadero justifica con plenitud una vida. Gracias Doña Muerte por recordarme lo vivo que estoy este martes de marzo.