Basado en cuento tradicional leonés. Recogido por Julio Camarena a Leoncio Cuevas Cuevas. Caín 1985
Érase una vez un matrimonio muy enamorado. Ella lo besaba de continuo, lo achuchaba y a cada instante recordaba a todo el mundo lo mucho que amaba a su marido ¡Terrible! Cuando volvía a casa caricias por aquí, arrumacos por allá. Fruto de su gran amor con ellos dormía en la habitación un guajín pequeño. Una noche cualquiera olvidada en el calendario, pero no en la memoria. El crío se despierta y grita:
- ¡Papá coco! - Señalaba su dedín debajo de la cama- ¡El coco Papá!
El padre después de mucha insistencia mira debajo de la cama y encuentra al señor cura algo ligero de ropa.
- ¡Me cago en tu leche! - Lo agarró de la pechera- Si le vuelves a meter miedo a mi niño, te mato.
No todos los miedos son lo que parecen.
Esperaba también que el cura le respondiera con un "Hideputa", como en el Lazarillo.
ResponderEliminarBuen relato. Si algunos niños siempre tuvieron miedo de los curas, por algo sería... Ojalá todos hubieran tenido un padre igual.
¡Un beso!
Qué bueno, Manuel!
ResponderEliminarEl padre era tan inocente como el hijo, y el cura, sin duda, el coco...
Abrazos
Una cosa es entretener y otra asustar. Eso son palabras mayores...
ResponderEliminarUn abrazo
ja ja. Extraordinaria reacción la del papá, la situación no merecía más.
ResponderEliminarUn beso grande.
Jajaja, muy bueno, quién se iba a esperar ese final, no por el cura, si no por la reacción el padre/marido. Muy divertido y original final. Un abrazo.
ResponderEliminarTere si que falto un hideputa o una amenaza con castigo infernal si no hubiera conversión.
ResponderEliminarAnita! Sin duda es cura era el coco y el padre un poco tonto, como casi todos los hombres somos a veces. Eso sí, un tonto enamorado.
Bicefalepena. El cura creo que venía a entretener al niño para entretenerse.
Patricia. Un padre valiente sin duda. Ja ja ja
Maite. Me alegra que te gustase. Merito del cuento, désele a la tradición oral. Yo sólo recojo y hago resonar desde lo que se me ocurre.
Es que el padre estaba curado de espanto. :)
ResponderEliminarMuy bueno!
Ja, ja, ja. Aquí hay cura encerrado.
ResponderEliminarUn abrazo, Manuel.
¡Qué nobleza, por Dios!
ResponderEliminarAbrazos carcajudos,
PABLO GONZ
¡Qué bueno! Lo malo es la foto ésa que has puesto ahí, macho. Me ha costado un montón concentrarme para leer.
ResponderEliminarUn abrazo, Manolo.
Malena. Ese padre realmente estaba curado de espanto. Resignado.
ResponderEliminarTorcuato. Más que encerrado, cura desatado.
Pablo me agrada que te haya hecho sonreir.
Alberto Lo de la foto es una alegoría del Coco y por eso debe dar tanta lacha.
¡Qué lindo! Inocencia pura.
ResponderEliminarBesos de mañana.
Gracias Lola. Me alegro que te guste. Besos de noche para ti.
ResponderEliminarups!
ResponderEliminarBesines utópicos, Irma.-
Irma. El de la foto no es primo mío. Ja ja ja
ResponderEliminarGenial, Manolo. Al final, los niños tienen los mismos miedos que los mayores.
ResponderEliminarAbrazo
Gabriel. Los niños y los padres se asustan de lo divino y de lo humano. Especialmente si el que lleva la sotana es un coco.
ResponderEliminarHola Manu, soy Elena: a mí me parece que la reacción del padre es la razonable. ¿Qué es lo que queremos todos? Pues como dice la canción: besos, llegue por la noche y siga habiendo besos, besos pá cenar. Al pápa lo que le preocupa es el trauma del niño y punto, lo normal.
ResponderEliminarEvillazala, no podré ir a oírte hoy y estoy compungidina
Elena, el padre es un bendito y el cura el coco de verdad ja ja ja ja
ResponderEliminarEvillazala gracias por tu visita. Espero verte pronto.