El deshollinador del alma, buscaba la chimenea del corazón. Con su baqueta dorada era capaz de limpiar penas y miedos, pero aquel día, al acercarse a mi, me miro con tristeza.
- ¿Has arrancado la chimenea de tu corazón? Así no hay modo de limpiar nada.
Desde ese día mi sucio corazón camina, sin poder limpiarse. Acumula humo negro y silencios. Silencios tan hondos que duelen una vida entera.
- ¿Por qué te la arrancaste? Era tu valvula de escape, el pulmón por el que respirabas la vida- Regañó el pequeño duende deshollinador de almas.
Lo cierto es que arrancarse la chimenea del corazón no es algo premeditado. Es un acto de necesidad frente a la crueldad del mundo. De niño uno cree ser un angel blanco, de alas plumosas y voladoras. Después te van echando brea encima de ellas, hasta que te duele tanto no volar, que decides arrancartelas. Ahora soy un ángel caido, sin chimenea en el corazón, pero como no valgo para la maldad, pienso ¿Todo el mundo amará sin alas?
Mientras caminaba agarrado a la tierra, miré las nubes y anhelé tener mi chimenea, aunque fuera dolorosa y contaminante. También soñé recuperar mis alas. Pregunte al viejo deshollinador de almas:
- ¿Qué necesito para volver a respirar y volar? ¿Qué para pedirle a tu escobín que limpie mis miserias? ¿Qué hace falta para volver a soñar?
El duende dejo caer una lágrima:
- Necesitas sólo una cosa. Perdona, olvida, abre en dos tu corazón y dáselo a comer a los buitres.
Los buitres llegaron al festín. Mientras se comían mis anhelos, vi besos, abrazos, noches de placer, lunas caidas y zarpazos. Cuando pensaba morirme, más valor no tenía, una voz inquisidora habló desde los últimos restos de mi alma, no te queda mas remedio que seguir. Y cuando empece a llorar como lloran los arroyos frente a las presas, un milagro me cambió. El deshollinador había puesto una semilla de calabaza dentro de mi pecho.
Esa semilla creció, de fruto dío dos alas, un corazón nuevo y una chimenea blanca y alta. A veces se llena de polvo y ceniza y el duende deshollinador de almas, con su baqueta dorada limpia las penas y los miedos. Desde ese día sé, que se puede amar volando y que desde el azul celeste, el mundo es tan pequeño, que ningún dolor es tan grande que no se pueda limpiar. La mierda fertiliza el alma y transforma el mundo en jardines de rosas.
- ¿Has arrancado la chimenea de tu corazón? Así no hay modo de limpiar nada.
Desde ese día mi sucio corazón camina, sin poder limpiarse. Acumula humo negro y silencios. Silencios tan hondos que duelen una vida entera.
- ¿Por qué te la arrancaste? Era tu valvula de escape, el pulmón por el que respirabas la vida- Regañó el pequeño duende deshollinador de almas.
Lo cierto es que arrancarse la chimenea del corazón no es algo premeditado. Es un acto de necesidad frente a la crueldad del mundo. De niño uno cree ser un angel blanco, de alas plumosas y voladoras. Después te van echando brea encima de ellas, hasta que te duele tanto no volar, que decides arrancartelas. Ahora soy un ángel caido, sin chimenea en el corazón, pero como no valgo para la maldad, pienso ¿Todo el mundo amará sin alas?
Mientras caminaba agarrado a la tierra, miré las nubes y anhelé tener mi chimenea, aunque fuera dolorosa y contaminante. También soñé recuperar mis alas. Pregunte al viejo deshollinador de almas:
- ¿Qué necesito para volver a respirar y volar? ¿Qué para pedirle a tu escobín que limpie mis miserias? ¿Qué hace falta para volver a soñar?
El duende dejo caer una lágrima:
- Necesitas sólo una cosa. Perdona, olvida, abre en dos tu corazón y dáselo a comer a los buitres.
Los buitres llegaron al festín. Mientras se comían mis anhelos, vi besos, abrazos, noches de placer, lunas caidas y zarpazos. Cuando pensaba morirme, más valor no tenía, una voz inquisidora habló desde los últimos restos de mi alma, no te queda mas remedio que seguir. Y cuando empece a llorar como lloran los arroyos frente a las presas, un milagro me cambió. El deshollinador había puesto una semilla de calabaza dentro de mi pecho.
Esa semilla creció, de fruto dío dos alas, un corazón nuevo y una chimenea blanca y alta. A veces se llena de polvo y ceniza y el duende deshollinador de almas, con su baqueta dorada limpia las penas y los miedos. Desde ese día sé, que se puede amar volando y que desde el azul celeste, el mundo es tan pequeño, que ningún dolor es tan grande que no se pueda limpiar. La mierda fertiliza el alma y transforma el mundo en jardines de rosas.
Me recuerda a la costumbre funeraria de los celtíberos por la que daban los cadáveres putrefactos a los buitres para que así, en su vuelo, las almas despojadas de podredumbre, llegaran al Paraíso.
ResponderEliminarUn abrazo, Manolo.
Chamánico al 100% :-)
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