¿ Dime caracola que a sal hueles del océano que la pasión te guarda si has visto caer el sol en la playa? ¿ Dime, rizo marino, si no eres allá sobre la arena postrera el último suspiro del mar muerto?
Arrojemos coronas de cien flores hasta un horizonte de renuncia sobre el oleaje, desde el viento, al rescatar la redención del agua y al bramar los rotos compromisos. Añoranza de curva, caracola, caracola de la mimbre cestera que conformas los límites del humo hacia los sueños, y no reconoces ni una longitud sin espirales ni una latitud pintada blanca. Caracola, caracola de luna, que llamas en la lumbre dolorosa al sol que te caliente, que aclamas la corneja que te trajo en pico y libras mi raza de la nostalgia que moja la vida. Oigo de lejos verde hecho de música sacra de ramas de olivo; tu acento. M.F.
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